El Barcelona Supercomputing Centre (BSC) nos abre sus puertas para hablar con Josep Berral, investigador y especialista en machine learning y en sistemas de minería de datos, orientado a datacentres. En este templo de la supercomputación, pionero a nivel nacional y el quinto a nivel de Europa, abordamos temas como el impacto del BSC en empresas y sociedad, el futuro de los centros de datos o la tecnología Fog & Edge computing.

¿Qué te llevó a trabajar como científico e investigador en este centro internacional de excelencia en e-Ciencia? 
Básicamente, el hecho de tener en Barcelona un centro como este en el que podemos hacer investigación sin tener que irnos al extranjero. Yo que trabajo en temas de sistemas de minería de datos, sobre todo orientado en datacentres, he encontrado aquí un sitio en el que puedo desarrollar mi línea de investigación con todos los recursos necesarios. Es una oportunidad fantástica para trabajar en temas de computación de altas prestaciones.

¿Cómo se traduce el potencial computacional del MareNostrum en vuestras investigaciones?
El supercomputador es una herramienta de experimentación y aceleración. Esto nos da una potencia de cálculo que, para muchos experimentos y proyectos de investigación que se quedan parados por necesidad de cómputo, aquí se aceleran y no por 3 o por 4, sino por 10, por 100 o por 1000. Esto elimina un cuello de botella.

Y después, ¿cómo se trasladan los resultados obtenidos a ciudadanía y empresas?
Toda la tecnología, todo el conocimiento que sale de aquí, se puede usar, casi directamente, en la industria, administraciones, empresas, colectivos… De hecho, tenemos muchos partners de la industria que son nuestros patronos, los cuales aportan casos de uso reales y nosotros, el conocimiento para solucionar problemas para ellos. Y quien dice empresa dice también Administraciones Públicas.

¿Hablas de empresas nacionales e internacionales?
Sí, son tanto nacionales como internacionales. Aquí estamos trabajando con gente tanto de hospitales y centros en biomedicina (por ejemplo, el Hospital Clínic de Barcelona) como de otros centros de investigación de meteorología, de calidad del aire…. Además, el BSC forma parte de una red de supercomputación española donde están conectados los centros de diferentes partes de España y compartimos recursos. También estamos en la red europea de supercomputación para que, si algún partner europeo necesitara hacer cálculos, pueda recurrir a nosotros.

Desde que obtenéis resultados científicos hasta que se trasladan a la sociedad, ¿cuánto tiempo pasa? ¿Tenéis algún parámetro más allá de las peculiaridades de cada proyecto?
A veces, la empresa viene con un caso y nosotros hacemos que en un año empiecen a usar esa tecnología. En otras ocasiones, la empresa puede adquirir la tecnología en uno o dos años y, entre que se despliega y se pone en marcha, pueden pasar 5 años. Pero es algo bastante inmediato. Nuestra rama de la ciencia no es como otras que quizás necesitan más controles y más adaptación. Es un éxito bastante alcanzable a corto plazo.

Como experto en sistemas de centros de datos autónomos, ¿en qué punto se encuentra el sector?
La autonomía ya es una necesidad. Con el volumen de usuarios de datacentres, tanto de empresa como de tipo cloud, se ha escalado hasta un punto que gestionarlos no es tarea de una sola persona. Requiere de cierta automatización para una gestión más eficiente y para que los operadores de sistema puedan dedicar ese esfuerzo y tiempo a cosas como mejorar el sistema, atender incidencias o arreglar problemas, mejorar el diseño de los datacentres.

Hablamos de ganar en eficiencia…
Exacto, es eficiencia en la gestión del datacentre y para que el humano aplique el esfuerzo donde toca. 

Bajo tu experiencia, ¿cómo debería evolucionar el sector datacentre?
Por un lado, hacia la automatización. Así, el administrador de sistemas, el operador o el arquitecto de sistemas se especializa y puede dedicar su tiempo en lo que toca. Por otro lado, hacia la eficiencia energética. Se están construyendo datacentres cada vez más grandes que consumen cada vez más y quizás la idea es ir por otro lado: intentar que sea más eficiente. Incluso, el renovar máquinas antiguas de tal manera que consuman menos espacio produciendo lo mismo y prolongando su vida.

En 2018, junto a otros investigadores, publicasteis un paper que proponía una arquitectura para un servicio de predicción y modelado de tráfico en Barcelona basado en el paradigma del Fog Computing. ¿Cuál sería la principal – sino las principales- contribuciones?
El ahorro en hacer flotar información que podríamos procesar o retener más abajo, que el usuario tenga más control o que el propietario de la infraestructura se ahorre en responsabilidad de albergar datos privados o críticos.

¿En qué se ha traducido esta investigación?
Ahora mismo esta tecnología se está aplicando en una spin-off del BSC. Junto a Cellnex y otros partners, están explotando esta tecnología Edge, cloud y fog para casos de usos diversos.

Ciudades como Madrid o Barcelona están preparadas para ser Smart cities?
Estamos en un punto en el que tenemos la tecnología. Se podría actuar con lo que se está haciendo en el Edge y aplicar a muchas cosas. El siguiente paso es que la Administración Pública tome interés porque hay diferentes temas a tratar que ya no dependen tanto de la tecnología sino de la legislación o de la ocupación del espacio público.

¿A qué te refieres?
Ahora mismo podríamos hacer volar drones por Barcelona con dispositivos Edge enviando datos del tráfico, de la calidad del aire, en busca de personas que tengan problemas médicos… Pero hay una legislación que dice que no se puede hacer volar drones en el espacio de exclusión aéreo de Barcelona.

Y en tu opinión, ¿qué se podría plantear?
Adaptar esta legislación para que los casos de uso del Edge puedan aplicarse sin poner en riesgo los derechos de la ciudadanía. Hay que decidir cómo lo llevamos a cabo, cómo se despliega, el marco legal y administrativo… Y también concienciar a la ciudadanía de la existencia de todo esto.